No recuerdo una tarde infantil sin los Looney Tunes. Creo que de todas las caricaturas televisadas de mi infancia, estos son los únicos cuyos capítulos puedo recordar con exactitud y que aún atrapan mi atención si logro encontrarlos en la TV. ¡Póngame a prueba! Ayer hacía un recuento de todas las caricaturas que me encontré en la TV durante los primeros 15 años de mi vida y cómo hubo un punto de inflexión en ese curso que me separó de esa práctica -la cambié por oír toda la música rara que podía encontrarme en la radio- que impidió que me pusiera al día a medida que las nuevas caricaturas despuntaban y atrapaban a nuevos fanáticos. Pero nunca me separé de los Looney Tunes. A manera de confesión, todavía el año pasado le seguía la pista en el Cartoon Network pero por razones del inevitable trabajo, la perdí. Y mis hermanos son parte de esta fascinación. Compartimos anécdotas, recordamos capítulos y situaciones, personajes y de repente comparamos las circunstancias y hechos reales con eventos ocurridos en capítulos. A manera de ejemplo, cada vez que alguno de nosotros, por alguna razón escapa de caerse de su propia silla, asociamos ese hecho a aquel capítulo en que el Pato Lucas le corta los balancines a la silla mecedora de Porky sólo para provocarle un accidente y convencerlo que debe comprar un seguro de vida. ¡Y cada vez que utilizamos el ejemplo nos reímos como tontos! Otro día, con ganas de hacer mofa de mi hermano menor-quien es panzón y más alto que yo- le llame Wilbur. Pensé que no habría efecto pero casi se desmaya de la risa. Se acordó del nombre y su significado. Trato de pensar qué tienen esos carajos que lo hacen tan atractivo. En realidad, no lo sé. Quizá los chistes bastante crueles que entendí hasta que crecí -de pequeño solamente me reía por instinto-. En realidad, eran chistes para adultos y eso mantuvo mi interés al pasar los años. Quizá la enorme cantidad de personajes y cuyas características crean infinitas posibilidades de eventos cómicos para reventar de la risa. O tal vez es el hecho que un programa como ese podía unirnos más a mis hermanos y a mí en medio de nuestras limitaciones. Sin ánimos de equivocarme, no creo que haya tira animada con más personajes que los Looney Tunes. Y aunque Los Simpsons sean un común denominador para las personas de mi generación, les aseguro que los Looney Tunes guardan un valor sentimental-familiar mucho mayor y fuerte que el de Los Simpsons.
jueves, 7 de mayo de 2009
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