lunes, 31 de marzo de 2008

Señor Olmedo

Cuando se refieren a mí como "señor", siempre me quedo extrañado, a veces sorprendido y me imagino a mí mismo con canas o calvo y rodeado de mis nietos. Es una imagen que me parece tan lejana que el calificativo de "señor" casi pasa desapercibido a no ser porque se me interpela viéndome a los ojos o señalándome con el dedo índice. El tiempo y su paso inexorable, ya lo sé, pero aún no me miro como un "señor" - mi defición de señor es aplicable hasta después de los 40 años y eso que dependiendo de la apariencia y otros factores - me resisto con fuerza y me identifico más con el "joven" (ya sé que tampoco soy un adolescente pero tampoco un "señor" ja ja ja) Pero bueno, ya tengo dos décadas y tres años de vida, debo aceptar con calma que pronto estaré en la categoría de "señor" pero para mientras, no me llamen así ja ja

viernes, 28 de marzo de 2008

Reconciliados


No sé cuándo me reconcilié con las cebollas. Este blog vino a mi mente mientras degustaba un filete de curvina bañado en rodajas de cebolla de todos los tamaños, teñidas con el rojo de los tomates. Atrás quedó el ceño fruncido y asco que dejaba en mi boca el comer estos vegetales. Con ello se fue el regaño maternal que me decía que todo aquello que está en un plato se come y que las cebollas son buenas, a pesar de mi aferrada idea de que daba mal aliento. No sé cuando comí por primera vez cebollas sin pensarlo, sin remordimientos o rechazo. Tampoco recuerdo cuándo comí por primera vez chiltomas sin renegar. Aún recuerdo cuando apartábamos (mis hermanos y yo) las cebollas y chiltomas a orillas del plato para no tropezar con ellas cuando recogíamos la comida con la cuchara. Pero el hábito fue heredado. Mi mamá, ahora hecha abuela, continúa su cruzada con mi único sobrino (aunque ya viene otro en camino, espero que sea "ella") y recita los mismos regaños y recomendaciones. "Se me come todo lo que le ponga en el plato", dice mientras le sirve a mi sobrino. Ahora sé que no puedo dejar de comer cebollas. Me gustan en todas sus formas de preparar y acompañando a cualquier comida. De lo que sí estoy seguro es que no será lo mismo nunca con el chile. Este sólo me gusta en pequeñas porciones, no para paralizarme los riñones.

lunes, 24 de marzo de 2008

Feliz reencuentro

La última vez que me sumergí en las aguas del mar fue en abril del 2001. Aún era estudiante universitario, jalaba con una ex que tuve por siete años y usaba el pelo largo (de hecho, esa sumergida a las aguas saladas me maltrató tanto el pelo que decidí cortármerlo) Luego de tanto tiempo, probé de nuevo disfrutar del verano de esa manera (estuve en otras playas como San Jorge, Poneloya y Ometepe durante ese lapsus pero nunca me metí al agua. Y hasta desprecié las arenas blancas y aguas azules de las playas de San Sebastián y Barcelona). Fue divertido, me sentí como un niño que descubre el mar por primera vez y que le causa tanta gracia el estar con agua hasta el cuello. El feliz reencuentro tuvo como escenario las aguas heladas de la bahía de San Juan del Sur (la playa de "moda"). Debo decir que fue algo improvisado, no tenía pensado visitar ningún balneario y por tal razón, la oportunidad fue doblemente bienvenida. Creo que extrañaba la sal en la piel, el calor del sol, la arena en los pies, el agua helada del mar. Ahora veremos cuándo repetiremos la hazaña y espero no tardar otros siete años en hacerlo. Gracias por invitarme a viajar hasta allá.

lunes, 3 de marzo de 2008

Mis acompañantes

Hace pocos días me dí cuenta que siempre viajo con las mismas personas en el bus. En mi recorrido de aproximadamente 15 kilometros al trabajo, hay personas que utilizan la misma ruta que yo, o al menos, buena parte de ella. Por ejemplo, hay un muchacho cajero del banco que tiene cara de malo (por lo arqueado de sus cejas y los párpados caídos) una señora que siempre que se sube al bus le dice "buenos días" al conductor (algunos responden, otros no) una muchacha delgada que tiene una expresión de aburrimiento en su rostro, un señor canoso que usa un uniforme que no he podido descifrar cuál empresa se lo proporciona, otro muchacho que trabaja en la DGA que tiene la cara llena de pecas, una señora regordeta que siempre tiene el cutis lustroso (pareciera que siempre anda sudando) y una muchacha alta adicta al cigarro (yo la he visto fumar antes de montarse al bus y luego, al bajarse, encender otro cigarillo). La pregunta es, ¿se darán cuenta que yo también los observo? Quien sabe...