miércoles, 13 de mayo de 2009

Macho domado


Tuve una vecina que se reía de mí porque yo lavaba los utensilios de cocina y platos y vasos luego del almuerzo. También se reía porque hubo un tiempo en que diariamente y de manera disciplinada, limpiaba mi casa por las tardes mientras oía “El expreso imaginario”, mi programa radial favorito de música rock. Ella decía que esas eran “labores de mujer”. Mi hermana me defendía de los ataques pero yo no sólo me reía de esa expresión, sino del hecho que ella le lavaba los calzones a sus hermanos. Y les cocinaba, y les limpiaba la casa y hacía mandados caseros. La mezcla de necesidad, de apoyo, de supervivencia y de conciencia también hizo que todos mis hermanos y yo apoyáramos –y nos apoyáramos- a mi mamá de esta manera, quien tenía que trabajar para cuidar sola a sus cuatro hijos. Ese recuerdo me surge luego de repensar sobre el argumento de la película "The Full Monty", donde los pobres hombres protagonistas no sólo pierden sus trabajos -y parte de su masculinidad porque recordemos que son obreros y llevan el sustento a sus esposas mujeres amas de casa- si no que también pierden su macho-dignidad cuando sus esposas, que tuvieron que buscar trabajo para sobrevivir, gastan uno que otro centavo extra en visitar clubes de stripears. La verdad es que no siento ningún rubor ni siento que pierda mi macho-dignidad por reconocer que mi novia, por ejemplo, se encarga de la fontanería de su casa mientras yo le cocino algo -dentro de lo poco que puedo hacer- o simplemente le ayudo con la limpieza de la casa. "Yo soy el hombre de la casa", me dice o comenta entre nuestras amistades en común. Yo me sigo riendo como me reí antes, salvo que este no es un comentario que busque denigrarme. Si "eso" significa ser el "hombre de la casa", pues me seguiré apuntando a esa modalidad. Mucho ojo, esto no quiere decir que no tengo resistencias en algunos casos, pero tampoco estoy cerrado a todo. Al menos lo intento. Es cierto que después de tres mil años aun no reseteamos el disco duro de que en la práctica no existen diferentes entre hombre o mujer, pero también es cierto que pequeñas prácticas como esa marcan poco a poco la diferencia. Así la gota cala a la piedra al cabo de tanto tiempo.

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