jueves, 30 de abril de 2009

¡Pobres besos!


Sin ánimos de menospreciar las vidas que se han perdido a causa de la desatada epidemia de la fiebre porcina, otras cosas se han perdido temporalmente que es casi seguro que todos lamentaremos. Los besos en las mejillas. Sí, ese hábito culturalmente recurrente para muchos latinoamericanos de inclinarse para besar una mejilla -sin ningún interés de caracter lascivo, por supuesto- es tan delicioso y propio que al menos yo, lamento que tengamos que prescindir de ello mientras pasa la epidemia -y sí sobrevivimos a ella ja ja ja. Es tanta la elocuencia, la frecuencia y elegancia incluso, de darse un beso en la mejilla que tenemos los latinoamericanos -unos más que otros por supuesto- que más de una vez me preguntaron cuando estuve en España por qué carajos le dabas hasta tres veces al día un beso en la mejilla a alguien que ya conocés. Es cierto, pensé en ese tiempo, cada vez que vemos al día a alguien que ya es familiar para nosotros, corremos al beso y al abrazo; o al beso y al apretón de manos en su versión más sencilla. ¡Pero es inevitable! Nuestra herencia genética conserva tanta efervescencia y pasión que es imposible pasar por alto un sencillo beso en la mejilla. Pero bueno, mientras pase la emergencia tendremos que abstenernos de ello y sólo dar besos virtuales o lanzarlos al viento con la esperanza de que llegue puntual y en el blanco, a la mejilla deseada.

lunes, 27 de abril de 2009

Cell-fashionista


La revolución tecnológica y la sociedad del consumo son temas que los conozco porque tendrán casi misma edad pero no por eso compartimos los mismos intereses. Hay tantos "chunches" vistos, bonitos y caros que se suponen hacen tu vida más fácil y que además, suponen también, que por eso, todo mundo debe tener uno y actualizarlo en cuanto sea posible. Aquí caben los teléfonos celulares (o los móviles, como gusten). El mercado ahora oferta aparatos que pueden hacer mil cosas, casi que hablar, pero que cuestan un ojo de la cara. Como aparatos disponibles, hay personas dispuestas a gastar plata cuando surge el "nuevo modelo". Pero yo no calzo en ese segmento. Yo aún me conformo con poder hacer una llamada cuando lo necesito o recibirla cuando también lo amerite el caso. Está bien, los mensajes de texto son útiles y abaratan los costos de una llamada. Denle pues, los muñequitos para adornar mensajes son bonitos, cargar la foto de tu novia o novio está bien también; y uno que otro jueguito para matar el tiempo. Pero creo que todavía tengo memoria suficiente como para no depender de la agenda electrónica; creo que aun recuerdo la secuencia numérica del calendario y creo que aún me gusta oír música a todo volumen y en CD antes de cargar con toda la fonoteca personal en un aparato que no pesa ni trigésima parte de una libra. Creo que todo es más sencillo cuando no estamos pendientes del aparato de última moda, nuestra sanidad mental se preserva intacta para cuando tengamos trabajos horribles o hijos malcriados, pero desesperarme porque no tengo un teléfono que casi camina por su cuenta, es innecesario. Definitivamente, son preferibles las conversaciones cara a cara, las fotografías en papel impreso que justifiquen la existencia de un álbum familiar o disfrutar de la música en la sala de tu casa o tu propio cuarto. Los otros usos que tengan esos suntuosos aparatos, no los sé, los desconozco, no me interesan.

martes, 21 de abril de 2009

Dormir despierto

Esa es una de los estados mentales y corporales que más detesto. Además de lo incómodo que resulta caminar por la calle con la sensación próxima de ser un zombi, es un llamado a que algo malo, cualquier cosa, te suceda. Hoy fue uno de esos días. Recién abordado el taxi, mis párpados comenzaron a caer y con ellos, me fui en el letargo. Sentía que perdía la audición y el equilibrio y a no ser por una pasajera que hizo la parada, me hubiera dormido profundamente. Como la pasajara no llevaba mi misma ruta, arrancamos de nuevo. Según yo, para amortiguar el potente deseo de dormir, me acomodé los audífonos de mi Ipod y comencé a escuchar música. La canción era "Layin' is the most fun a girl can have without taking her clothes off", de Panic! At the Disco. Por si no lo saben, el título de la canción es una línea entera de un diálogo que sostiene el personaje de Natalie Portman con el de Clive Owen, en la película "Closer". Al pasar unos cuantos segundos de la canción y tras comenzar a pensar en la película -porque me gusta mucho- me dormí, sin dejar de oír la canción. También comencé a soñar. Ligué la película, con la actriz, la actriz con una stripper, a la stripper con el recuerdo vago de cuándo llevamos a un periodista español ex editor del Diario Hoy a un cuchitril famoso por la mala vida que dentro de él pulula, y así sucesivamente. Pasaron 5 minutos pero yo sentí que dormí una hora. Desperté nuevamente ante el vaivén de un embotellamiento. Pero al rato caí nuevamente. Esta vez sentí que casi me desnuco cuando violentamente mi cabeza se hizo hacia atrás. Dejé el Ipod y me concentré en la radio que llevaba encendida el conductor. También me hipnotizó y creo que sobreviví al embotellamiento dormido. Y luego llegué al trabajo, finalmente. Y de inmediato, tuve que recurrir a la taza de humeante café para, al menos, permanecer de pie pero lejos de este mundo, por una hora. ¡Qué horrible es no poder dormir plácidamente por las noches!

jueves, 16 de abril de 2009

De sueños, conciencia y pelos largos


Al menos una vez al mes, sueño que me miro al espejo y tengo aún el pelo largo. Usualmente, lo tengo suelto y a la altura de los hombros. Desde que me lo corté hace ocho años (pasé por la peluquería aquella nefasta mañana del 11 de septiembre del 2001) tengo este sueño recurrente. Y he buscado la explicación, tanto en la literatura seria como en aquellas persona que gustan de estos temas y los ven con algo de magia. Pero nadie me ha respondido. Lo más cerca que he estado de satisfacer mi curiosidad, ha sido leyendo uno de esos sitios de internet que dicen ser diseñados por especialistas en astrología y demás falsas ciencias. Supuestamente, el sitio decía que mirarse al espejo, en cualquier circunstancia, significa poner en práctica la autobservación. Ese término que suena tan sencillo, es una técnica de evaluación con fines terapéuticos. ¡Uff, demasiado para un pinche y triste sueño! Sin embargo, me hizo pensar un poco. ¿Acaso querrá decir el sueño que estoy a punto de cometer una cagada y que por eso, debo reflexionar más al respecto antes de hacer algo, tomar una decisión o algo así?, ¿O ya la hice y mi Pepe Grillo me está diciendo que debo retractarme o disculparme o hacer algo para resarcir cualquier efecto negativo? Asumí esta explicación y desde entonces, trato de dedicarle un poco más de tiempo al contexto personal al momento de tener este sueño. ¡Gracias Freud por enseñarnos a entender los sueños!

martes, 14 de abril de 2009

Hambre de lectura


Tenía un buen rato sin hacer una parada en una librería. El motivo de visitar a ésta era sencillo, buscar y comprar un libro que me ofrecí a otorgar a manera de regalo. Y dicho libro, se encontraba en una sola librería en Managua, una que está muy de moda pero que hasta ese día no sabía por qué motivo. La razón es sencilla, tiene un buen catálogo de libros de todo tipo a precios realmente accesibles. Lo de accesibles es lo que me hizo escribir esto. El mentado libro se encontraba en otra sucursal de la librería así que esperé unos buenos 15 minutos dentro del local, suficientes para urgar los estantes rápidamente. Comprobé que los costos de los títulos son buenos, si consideramos que comprar un libro en Nicaragua es un lujo. Para hablar en términos más universales, libros de literatura oscilan entre los 10 y 20 dólares (otra librería famosa en Managua que ostentaba el título de la mejor, ofrece títulos promedio en los 30 dólares). Y para que no crean que esto es un comercial, me reservo el nombre de la librería. Pero bueno, me alegré por ello. Mi miserable salario y mi hambre de lectura es algo diametralmente opuesto y a causa de ello, recurro constantemente a las ventas de libros usados, una opción razonable para saciar momentáneamente esa hambre. Ahora ya sé que de vez en cuando puedo visitar este oasis de papel. Pero a pesar de los módicos precios, llegué a la triste conclusión de que aún así, comprar un libro no es una prioridad en Nicaragua. La prioridad es la dieta básica, el "gallopinto", llevar el plato de comida a las bocas hambrientas que viven hacinadas en muchas casas. Sí, ese 75 por ciento de nicas que viven con un dólar al día y que padecen el hambre instintiva, la que sí obliga a gruñir a las tripas cuando se sienten solas. "Qué lástima", pensé. Y hasta me sentí mal, porque yo pensaba en comprar libros y otras miles de personas me lapidarían con tal de quitarme la plata que pensaba gastar en esos mundanos productos que no se mastican ni llenan al cuerpo de vitaminas y carbohidratos.