jueves, 14 de mayo de 2009

Pro y contras de un cambio de trabajo


Casi siempre que le cuento a mis amistades y ex compañeros periodistas que me cambié de "acera" profesional, algunos preguntan si extraño andar de corre-corre en las salas de redacción y otros, inmediatamente, sin mediar argumentos, afirman que fue la mejor opción. Sin embargo, la contradicción entra cuando todos, sin lugar a dudas, repudian o critican el tipo de trabajo que hago, que es asesorar en materia de relaciones públicas. Todo se origina en el hecho de que el gran porcentaje de mi trabajo, en términos artesanales, significa posesionar un mensaje o idea del cliente que represento. Esto es lo que no les alegra a la mayoría de mis ex compañeros, quienes siempre quieren llevar el sartén por el mango y no aceptar recetas. "Debe ser duro tratar de convencer a la gente de lo que se quiere decir", dijo un profesor de prensa escrita que encontré en Metrocentro mientras almorzaba ahí con mi novia que también saltó de la calle a una oficina de relaciones públicas. Sí, es difícil cuando los periodistas no quieren que les den la comida en la boca. Quieren tomar el plato y preguntar sobre los ingredientes. Y no es malo que lo hagan, pero tampoco deben suponer que soy un idiota que quiere meterles pasto para vacas en lugar de un suculento bistec encebollado. En fin, trabajar desde la otra acera, significa en parte, perderme del mundo de la "farándula", es decir, todas esas cosas que saben los periodistas pero que no publican por diversas razones. Si estos detalles salieran publicados, les digo con toda honestidad, la grive porcina sería un ubicada en la página de entretenimiento, junto al horóscopo. Pero en ése mundo de la "farándula" están los mismos periodistas y ahí se pierde privacidad. Ese es un punto a favor de mi cambio de rutina laboral. Y ahora les digo el mejor de todos. ¡Tengo un horario de trabajo humano y digno!, Sí, porque el periodista se vuelve esclavo de su propio trabajo, no almuerza a la hora que le corresponde, no sale de su oficina a la hora que debe, no tiene contacto humano más que con sus compañeros de trabajo, quienes al igual que él, sufren todo lo anterior. Y si a esto le añadimos la crisis económica, los embates de la política local, los jefes elevados hasta el Olimpo que ya olvidaron lo que era andar en la calle... no, por favor, ¿no es ya difícil la vida de un periodista como para tener que pasar por eso también? Sí, la vida del periodista tiene su lado bohemio, intelectual y todo eso. Es bueno, interesante pero no basta ni satisface todas las necesidades de un ser humano. Es rico escribir una buena crónica, lograr una entrevista con alguien bastante complicado y excéntrico. Lo mejor es viajar hacia lugares donde pocos pueden llegar. Pero también el cuerpo se cansa y demanda un cambio ajustado a las demandas que también surgen al pasar de los años. Pero bueno, nadie tiene la razón absoluta en este tema. Solamente comparto lo que para mí fueron razones de un cambio justo y la búsqueda permanente de salir adelante.

No hay comentarios: