miércoles, 22 de julio de 2009

La Lila

Lila era una prima de mi mamá que falleció hace 20 años. Con el tiempo, su figura y legado adquirió características míticas. Mi mamá cuenta que era una mujer que nació pobre y murió paupérrima. Pero vivió con dignidad y nunca le tuvo miedo al trabajo. Razones como esa la ennaltecieron durante toda su vida y más allá. Mi mamá también cuenta que siempre fue servicial y humilde. En fin, una prototípica mujer de la época -y quizá del presente- Abnegada, trabajadora, sencilla y decidida. Pero tuvo muchos hijos e hijas que no siguieron sus pasos. Ahora viven hasta el cuello entre sus miserias y se olvidaron del legado de su madre. Dados a la bebida, al juego y al vivir hacinados en la misma casa dónde su madre los parió, todos esperando a que salgan poco a poco hasta que el último se quede con la casa, ¡sin mayores sacrificios ni esfuerzos! Mi mamá dice que su prima murió de cáncer cérvico-uterino. Pocos días después de parida, la mujer tomaba su carretón y se iba a trabajar. Muchos creen que quizá por eso, entre otras condiciones, se enfermó y murió poco antes de los 50 años. A veces en broma, a veces en serio, mi mamá juega el papel de la tía Lila. Se porta servicial con sus hijos y luego ironiza, "Aquí está la Lila". Otras veces, cuando se harta de contemplarnos, advierte que la "La Lila" está a punto de irse o morirse. Eso significa que no habrá más atenciones. Por eso la abnegada tía se volvió mítica. Representa la voluntad materna de sacar adelante a las crías aunque estas mal paguen. Representa también el trabajo digno, la fuerza y ganas de seguir adelante con la frente en alto. ¿Cuántas así no habrán? Tan alegre como triste es decir que hay muchas madres así, que hay muchas Lilas. Pero únicamente es triste decir que también hay hijos e hijas ingratas.

martes, 21 de julio de 2009

Cabalgata sobre el mar


He viajado en lancha sobre ríos y por el Golfo de Fonseca, pero nunca sobre mar abierto y picado. Fueron dos horas de galope intenso sobre olas que no daban tregua a mi espalda. Fue un trajín en que mi pulso no tuvo descanso porque entre el miedo a darnos vuelta ante el fuerte viento y las bravas olas, y el dolor en mi trasero y mi espalda, más el salitre quemándome el pellejo, no había espacio para respirar. Arrancamos desde Bilwi hasta Nina Yari, una comunidad miskita a "1.45 minutos" de la cabecera municipal (los miskitos solo tienen como referente el tiempo, no la distancia, así que les debo el kilometraje recorrido) La misión inicia tratando de romper el oleaje y el viento, para luego encontrar una ruta entre las olas que permita avanzar a cierta velocidad sin darnos vuelta. Prácticamente se viaja saltando de ola en ola, y si se cae en una vacío, agárranse, sentirán el cerebro rebotando en las paredes del cráneo. Pero las olas son traicioneras y no necesariamente viajan en la misma dirección. De repente encontramos una perpendicular que una vez identificada por el motorista, éste sabe como capearla, rodearla o simplemente, atravesarla. Julio y agosto son los peores meses; marzo y abril, los mejores porque dicen que el mar parece una pista de patinaje. Me sorprendía mucho ver cómo los miskitos viajaban con toda tranquilidad, erguidos sobre los asientos y sin sostenerse ni agarrarse de nada. Es un equilibrio fantástico, mientras yo tenía que ponerme en posición fetal a cada rato, según yo, para amortiguar mejor el golpe y evitar que el viento me echara hacia atrás o a los lados. No sé nadar y ese detalle, a veces me ponía nervioso, sobre todo ante la cantidad de anécdotas de pangas y lanchas que se dan vuelta en estos meses, y sobre miskitos y pescadores que aparecen flotando millas lejos de donde salieron. Sí, por suerte aparecen flotando vivos dos o tres días después, con la cara y labios enllagados de tanto sol. Pero tampoco temí no regresar, después de todo, las leyes de la física dicen que mi cuerpo iba en reposo así que podía sobrevivir para escribir este blog, ¿o no? Solamente pensaba en cosas cómo "¡qué horrible este viaje"!, "no recuerdo otro similar", "cuánto me duele el trasero". Antes de ello, sólo recuerdo lo molesto que fue viajar por el río Coco durante día y medio, sentado sin poder moverme más que para rascarme la nariz. ¿Querían fotos? Imposible. Intentarlo es una locura, sobre todo porque mis manos debían sujetarme en lugar de tomar fotos tras fotos como turista japonés. Será para otra, tal vez en la próxima me toque deslizarme sobre la pista de patinaje en lugar de montar sobre el lomo de la lancha y cabalgar sobre el mar picado.

miércoles, 8 de julio de 2009

El buen nicaragüense

Cuesta creerlo pero en Nicaragua hay muchos nicas que no conocen la Costa Atlántica. Para muchos, sólo el nombre significa huracanes, trasiego de droga y pobreza. Es cierto, lo hay, pero no sólo se trata de eso. Tampoco los culpo, viajar hasta acá requiere una buena inversión porque sólo trasladarse resulta caro ya que no hay transporte más seguro que el aéreo y aunque resulte atractivo, interesante y hasta aventurero, viajar por tierra tampoco es barato. He sido de los pocos que ha viajado con mucha frecuencia en mis tiempos de periodista, tanto así que hubo un tiempo que sólo a mí me consideraban para misiones por lo familiarizado que me encuentro con la zona. Pero siempre he sostenido que cualquiera debe, al menos una vez en su vida, visitar al menos un municipio o comunidad de la Costa Atlántica para considerarse un buen nicaragüense. No sólo se trata de turismo o aventuras. No es que no sea un buen propósito pero también hay que viajar con algo de conciencia, primordialmente, para conocer otra cara de nuestar país, valorar lo que tenemos y reconocer el esfuerzo que los habitantes de este lado realizan día a día para sobrevivir en la región que concentra el 70 por ciento de los recursos naturales pero que alberga al 50 por ciento de la población que vive bajo la pobreza extrema. Al menos yo me siento orgulloso de los lugares que he conocido y me gustaría todavía conocer muchos más que están en lista de espera. Mi mayor y mejor experiencia fue haber vivido 20 días en una comunidad mískita de 700 habitantes, ubicada a 750 kilómetros de mi casa y a día y medio de viaje. Pero como dije anteriormente, me faltan muchos lugares más por conocer, porque la Costa Atlántica es tan vasta que creo que me tomaría toda la vida en hacerlo. Pero ahí vamos, en ese intento, como todo buen nicaragüense debería considerarlo.

viernes, 3 de julio de 2009

Más por menos

La filosofía del "más por menos" en los medios de comunicación se resume de esta manera: hacé todo lo que podás con lo menos que dispongás. Esta máxima se aplica siempre que se asigna una misión fuera del país o bien, en el interior del país, cuando los casos ameritan trasladarse hasta el lugar de los hechos sin intermediar con los corresponsales. Pero aquí es cuando el sacrificio se torna en humillación. Salir fuera de Managua equivalía a recibir unos cuantos pesos en carácter de viáticos y regresar con toneladas de reportajes y notas informativas. Los jefes, que una vez fueron periodistas y sufrieron de igual manera, ahora padecen de amnesia y defienden la filosofía del "más por menos" impuesta desde la gerencia. La última vez que salí fuera de Managua como periodista, tuvimos que alquilar un cuarto de hospedaje para tres personas, en un lugar que no tenía agua potable disponible, sólo la de varios barriles apilados y llenos de agua helada recogida hace varios días. Cenamos y desayunamos en el mercado municipal porque los viáticos de comida no eran suficientes. ¡Y había que mandar mucho material a toda hora! Todo esto se me vino a la cabeza mientras hacía un presupuesto de viaje, ahora desde otra acera. Este es directamente proporcional a la filosofía del "más por menos". Esta es "más por más", quiere decir que tenemos que considerar todos los detalles posibles, considerar lo indispensable también y no tener porque dormir en una pocilga si podés pagar algo mejor. Claro, tampoco hay que pedir milagros y ni menos creer que se tiene plata para ello, pero ahora la palabra "sacrificio" recuperó su noble sentido y el trabajo no equivale a "esclavitud". No espero que la filosofía del "más por menos" desaparezca, el problema es que las circunstancias la obligan a cambiar para peor. Pero de momento me regocija saber que conozco la diferencia entre una cosa y la otra.

viernes, 26 de junio de 2009

El mismo lugar

¿Alguna vez notaron que durante las clases, ya sea de la Secundaria o Universidad, siempre se sentaban en el mismo lugar, o al menos, la mayor parte del tiempo? No pensé en esto hasta que noté que no sólo era una práctica común local si que trascendía las fronteras. Es un hecho que mientras pasamos en la misma aula de clases, a cualquier edad y en cualquier sistema educativo, siempre optamos por sentarnos en el mismo lugar. Y ese lugar también nos identificaba. Por ejemplo, los que se sentaban atrás, eran los indisciplinados, los que no ponían atención, la pesadilla del profesor, los que molestaban a los que se sentaban adelante. Los de en medio, como todo en la vida, son los que tienen un pie aquí y otro allá. Niños aplicados con ganas de chismear y molestar de vez en cuando. Y los de adelante, los muchachos estudiosos que siempre sacaban buenas notas y comprendían todo lo que decía el profesor. Yo pensé que eso era parte de una etapa, la niñez y la adolescencia. Pero de adultos también pasa. Cuando hice mi posgrado, le compartí esto a una compañera de clases de al lado, que también se sentó siempre a mi diestra. Y nos pusimos a reír. Dos años después, mientras realizaba una pasantía en España, sucedió lo mismo. Se lo comenté al compañero mexicano que siempre se sentó también a mi diestra. Definitivamente el ser humano no pierde el instinto animal de la territorialidad. Ese lugar, ese mismo lugar en el que te sentás, debe oler a uno mismo, debe ser como uno mismo, debe tener tu marca personal. Dicen que el Che Guevera dijo una vez a sus compañeros, que también tenían el mismo problema de sentarse en el mismo lugar todo el tiempo, que cómo carajos pensaban cambiar al mundo si no eran capaces de cambiar de silla. Tal vez tenía razón, tal vez no.

lunes, 15 de junio de 2009

"Estimado cliente..."


Cada vez que pensaba en cambiar de teléfono, luego de pensar en el precio, se me venía a la cabeza era la aburrida tarea de pasar todos tus contactos telefónicos al nuevo aparato. ¡Me daba una completa güeva! Luego pensaba en esa misma güeva si alguien me lo robaba o lo dejaba tirado en algún lugar. Pero después de esos dos factores, nunca consideré otro que me provocara tanta pereza mental. Y sucedió, cambié de número y de aparato, y fue igualmente de traumático. Sucede que el número que ahora poseo, estuvo asignado a otra persona, una que ahora me cuentan que tenía la vida empeñada junto con la de sus hijos, a cada banco del país. Los bancos no saben que el esquivo deudor dio un número no propio si no asignado y que ese número ahora me pertenecen. Así que a los pocos días de estrenarlo -y luego de pasar todos mis contactos al teléfono- recibí la llamada de una señorita: "Estimado cliente X le invitamos a pasar por el banco a poner su situación al día". Luego fue un joven, luego otra señorita, luego otro muchacho, y así sucesivamente, durante un mes y medio quizás. Como el señor X no acudió al llamado -y según me contaron, el tipo está hasta el cuello- el banco comenzó a mandar mensajes automáticos. En una primera etapa, eran durante el día. Luego, eran por la madrugada -recibí varias llamadas después de la medianoche- Y finalmente, intentaron "persuadirme" con un tipo malo que echaba mil verbos -irresponsable, deudor, mala-paga-. Como no era para mí, me ponía a pelear con el tipo e insultarle a su madre. Pero de un tiempo para acá, han parado. Ahora me doy cuenta que todas las llamadas de la madrugada era una campaña diseñada por los bancos para cobrar y que fue sancionada por la Superintendencia de Bancos. ¡Malditos bancos y malditos endeudados! Sólo me falta saber si el pendejo que se hace el malo es parte de esa campaña. De todas formas, ¡malditos bancos, malditos endeudados y malditos tipos que se hacen los malos!

miércoles, 10 de junio de 2009

Nadie quiere ser héroe

El día de la vela de mi abuela materna, mi hermano Erick y yo pasábamos el tiempo hablando de cualquier paja mientras las viejas del barrio rezaban por el descanso de la señora. Como estas viejas se han quedado cuidando a sus nietos, también habitantes del barrio, tuvieron que llevarlos a la vela. Eran como 6 ú 8 chavalos y chavalas, correteando por toda la casa. Su infancia no les permitía conservar la calma ni comprender qué estaba pasando, así que se dedicaron a jugar por toda la casa, amplia por cierto. Y pasaban en manada cerca de nosotros. El bullicio interrumpía la conversación así que en una ocasión en que pasó el molote de chavalos, me quedé en silencio y los oí decir que jugarían a los "ladrones y policías". Curiosamente ninguno quiso ser el "policía" -y esto de acuerdo, les paga mal y son mal vistos por toda la sociedad- pero todos quisieron ser ladrones, lo que me llevó a hacer el chiste con mi hermano, de que ese era el reflejo de las aspiraciones de todos esos chavalos de barriada. Luego de las carcajadas caí en la reflexión. ¡Es cierto, nadie quiere ser héroe! Parece que en su subconsciente están claros que en esta sociedad perdida en antivalores es más fácil seguir el camino corto y sin obstáculos, que el largo y sinuoso. ¡Qué tristeza! Pero bueno, no los culpo, ni sus padres o madres quisieron serlo, ni nadie más en esta sociedad quiere serlo tampoco.