viernes, 11 de enero de 2008

Lo que ví mientras dormías

Hoy te vi dormirte entre mis piernas. Miré cómo te acomodaste en posición fetal y te dormistes a pesar de la bulla que emana de la "caja tonta". Cerraste esos ojitos tristes e inmune a la hora y a la pesadez posterior al almuerzo, te entregaste a la modorra, contagiosa porque hasta yo quise dormir aunque mi posición era incómoda. Me gustó ver tu silueta. Analizaba minuciosamente todos esos cabellos cortos y rebeldes que se rehúsan a seguir al resto hasta formar la cola de tu pelo. Me gustó verte como niña acurrucada en mis piernas y me gustó sentirme tan paternal en mi intento por no perturbar tu sueño. Estuve jugando con las yemas de mis dedos sobre tus mejillas e intentando contar los lunares de tu cara pero de repente me entraba el sueño y perdía la cuenta o me decía a mí mismo que era inútil el intento porque no podía ver la otra mitad de tu cara, que yacía recostada en un cojín azul marino que luego marcó su superficie en tu otra mejilla oculta y sepultada por el cojín. Sólo me quedé en el lunar que sobresalía por debajo de tu ojo derecho, ese que hasta hace poco descubriste que tenías y que a mí me gusta mucho. Te observaba la nariz, esa nariz que una vez fue objeto de burla para tus hermanos pero que cayó como maldición sobre uno de ellos cuando tuvo a sus hijos. Yo decía: "No tienen nada de malo. Es linda." Pero me gusta más cuando jugamos a inhalar al mundo entero y luego deposito un pequeño besito sobre la puntita de tu nariz. Miré más abajo, hacia tu boca y pensé que tus labios forman un gracioso conjunto con tu boca. No sé porque pero me gusta el arco de tu labio superior y me parece bastante sensual a veces, otras, solamente juguetón. Pensaba en los besos que me das y me dieron ganas de uno. Pero no podía despertarte, ni pensarlo; sería un pecado echarte a perder tu "pelón". Creo que por un instante sucumbí al sueño de tanto pensar en las ganas que tenía del beso. Tal vez fueron unos 5 minutos. Cuando desperté te seguí viendo y lo admito, pase la vista por toda tu espalda hasta llegar a tu cadera y me detuve a ver cómo alcanza todas tus curvas sobre ese pantalón. Me sentí dichoso al tenerte, como hombre, porque una belleza como vos no está a la vuelta de la esquina. Pero antes de contaminar mi análisis con pensamientos que no vienen al caso, comenzaste a despertarte y me pareció gracioso ver el relieve del cojín sobre tu mejilla izquierda. Me gustó mucho que te durmieras en mis piernas, sentí que te protegía.

No hay comentarios: