martes, 21 de julio de 2009

Cabalgata sobre el mar


He viajado en lancha sobre ríos y por el Golfo de Fonseca, pero nunca sobre mar abierto y picado. Fueron dos horas de galope intenso sobre olas que no daban tregua a mi espalda. Fue un trajín en que mi pulso no tuvo descanso porque entre el miedo a darnos vuelta ante el fuerte viento y las bravas olas, y el dolor en mi trasero y mi espalda, más el salitre quemándome el pellejo, no había espacio para respirar. Arrancamos desde Bilwi hasta Nina Yari, una comunidad miskita a "1.45 minutos" de la cabecera municipal (los miskitos solo tienen como referente el tiempo, no la distancia, así que les debo el kilometraje recorrido) La misión inicia tratando de romper el oleaje y el viento, para luego encontrar una ruta entre las olas que permita avanzar a cierta velocidad sin darnos vuelta. Prácticamente se viaja saltando de ola en ola, y si se cae en una vacío, agárranse, sentirán el cerebro rebotando en las paredes del cráneo. Pero las olas son traicioneras y no necesariamente viajan en la misma dirección. De repente encontramos una perpendicular que una vez identificada por el motorista, éste sabe como capearla, rodearla o simplemente, atravesarla. Julio y agosto son los peores meses; marzo y abril, los mejores porque dicen que el mar parece una pista de patinaje. Me sorprendía mucho ver cómo los miskitos viajaban con toda tranquilidad, erguidos sobre los asientos y sin sostenerse ni agarrarse de nada. Es un equilibrio fantástico, mientras yo tenía que ponerme en posición fetal a cada rato, según yo, para amortiguar mejor el golpe y evitar que el viento me echara hacia atrás o a los lados. No sé nadar y ese detalle, a veces me ponía nervioso, sobre todo ante la cantidad de anécdotas de pangas y lanchas que se dan vuelta en estos meses, y sobre miskitos y pescadores que aparecen flotando millas lejos de donde salieron. Sí, por suerte aparecen flotando vivos dos o tres días después, con la cara y labios enllagados de tanto sol. Pero tampoco temí no regresar, después de todo, las leyes de la física dicen que mi cuerpo iba en reposo así que podía sobrevivir para escribir este blog, ¿o no? Solamente pensaba en cosas cómo "¡qué horrible este viaje"!, "no recuerdo otro similar", "cuánto me duele el trasero". Antes de ello, sólo recuerdo lo molesto que fue viajar por el río Coco durante día y medio, sentado sin poder moverme más que para rascarme la nariz. ¿Querían fotos? Imposible. Intentarlo es una locura, sobre todo porque mis manos debían sujetarme en lugar de tomar fotos tras fotos como turista japonés. Será para otra, tal vez en la próxima me toque deslizarme sobre la pista de patinaje en lugar de montar sobre el lomo de la lancha y cabalgar sobre el mar picado.

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