viernes, 26 de junio de 2009

El mismo lugar

¿Alguna vez notaron que durante las clases, ya sea de la Secundaria o Universidad, siempre se sentaban en el mismo lugar, o al menos, la mayor parte del tiempo? No pensé en esto hasta que noté que no sólo era una práctica común local si que trascendía las fronteras. Es un hecho que mientras pasamos en la misma aula de clases, a cualquier edad y en cualquier sistema educativo, siempre optamos por sentarnos en el mismo lugar. Y ese lugar también nos identificaba. Por ejemplo, los que se sentaban atrás, eran los indisciplinados, los que no ponían atención, la pesadilla del profesor, los que molestaban a los que se sentaban adelante. Los de en medio, como todo en la vida, son los que tienen un pie aquí y otro allá. Niños aplicados con ganas de chismear y molestar de vez en cuando. Y los de adelante, los muchachos estudiosos que siempre sacaban buenas notas y comprendían todo lo que decía el profesor. Yo pensé que eso era parte de una etapa, la niñez y la adolescencia. Pero de adultos también pasa. Cuando hice mi posgrado, le compartí esto a una compañera de clases de al lado, que también se sentó siempre a mi diestra. Y nos pusimos a reír. Dos años después, mientras realizaba una pasantía en España, sucedió lo mismo. Se lo comenté al compañero mexicano que siempre se sentó también a mi diestra. Definitivamente el ser humano no pierde el instinto animal de la territorialidad. Ese lugar, ese mismo lugar en el que te sentás, debe oler a uno mismo, debe ser como uno mismo, debe tener tu marca personal. Dicen que el Che Guevera dijo una vez a sus compañeros, que también tenían el mismo problema de sentarse en el mismo lugar todo el tiempo, que cómo carajos pensaban cambiar al mundo si no eran capaces de cambiar de silla. Tal vez tenía razón, tal vez no.

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