lunes, 19 de mayo de 2008

El mejor regalo

Comencemos por la conclusión. La intención de este escrito es decir, simplemente, que el mejor regalo es aquel que es superado sólo por el esfuerzo que se requirió para conseguirlo y que hizo, a la vez, que la voluntad de entregar el regalo a toda costa fuera tan intensa como el esfuerzo mismo. Digo esto porque recibí de la persona más especial, el más especial de los regalos: un libro. Sí, sencillamente un libro. A pesar que las personas que me conocen saben que me gusta leer, sólo unos pocos han preguntado qué me gusta leer más o qué obra particular me ha cautivado y sólo una persona pudo regalarme esa novela favorita. Y la historia también es sencilla pero llena de lecciones. Un día, alguien decide regalarte algo, pero cuesta encontrarlo. Por irónico que parezca, se trata de un libro. Así es en Nicaragua; la precaria economía ligada con la falta de hábito por la lectura, ha provocado que muchos títulos ni siquiera lleguen hasta la frontera si no que pasan por alto al país hacia otros. Pero la persona no se rinde; quizá, a ratos, lo deja a un lado pero no lo olvida. Un día, alguien le dice dónde está. Para entonces, habrán pasado no sé cuántas llamadas, no sé cuántas consultas, no sé cuántas búsquedas en internet, no sé cuántos correos enviados a amigos que viven fuera de Nicaragua para preguntar dónde puta hallar el libro. Pero se pudo, y sucedió el día que menos se pensaba. Por eso, el regalo es superado por el esfuerzo y la voluntad y así recibí, prácticamente, un regalo y dos lecciones de vida. ¿El título de la obra? No importa ya, aunque bueno, se llama "La insoportable levedad del ser". Ya ni siquiera suena tan bonito o llamativo el nombre de la obra, vale un pito de qué se trate porque el esfuerzo mismo que conllevó conseguirla es suficiente. Enormemente agradecido, eternamente en deuda.

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